domingo, 21 de octubre de 2012

El hombre al que dejaron plantado

              

        Rosa Leda era una extraña jardinera a la que le encantaba investigar con semillas nuevas y cultivos insólitos. Su peculiaridad despertaba recelo entre los vecinos que atónitos contemplaban sus rarezas, pues le gustaba cantar folías a las flores cada mañana, limpiaba las hojas con un poquito de algodón, echaba una pizca de azúcar cada vez que regaba las plantas…, e incluso en invierno les ponía abrigo. Era una chica solitaria, pues se sentía más cómoda entre jardines, plantas y flores que rodeada de personas.
        Un día recibió en su jardín la inesperada visita de la Madre Naturaleza que como gratitud por su labor botánica le regaló un saquito con dos semillas muy especiales.
        Eligió las macetas más bonitas que tenía, utilizó el mejor abono y la mejor tierra, pero esta vez sus cuidados fueron un tanto diferentes: agregó el doble de azúcar al agua y en lugar de folías les cantaba boleros cada mañana.
        Con los primeros brotes descubrió que no se trataba de plantas comunes. En lugar de pétalos salían pelos, allí donde debía haber corola aparecieron unas redondas caras sonrientes, los tallos eran unos fornidos torsos y unos largos brazos hacían las veces de ramas. ¡Estaban creciendo hombres en sus macetas!
La Madre Naturaleza no le había dicho de qué especie eran  las semillas, así que pensó que debía ponerles nombre, a uno le puso Al Mendro y al otro Tom Atero.
Rosa pudo observar que a medida que iban creciendo se iban comunicando con ella: hablaban, sonreían, hacían cosas muy extrañas para ser unas simples plantas... ¡Claro, eran hombres!
También pudo percibir que se  comportaban de forma diferente, mientras que Tom Atero era muy extrovertido (la elogiaba diciéndole lo guapa que era, la hacía reír, la aconsejaba, etc.), Al Mendro era más introvertido, apenas la miraba, y pocas veces hacía algún tipo de comentario, la amaba en silencio.
Mientras Tom Atero la colmaba de halagos y ella se divertía mucho con él, ésta fue descuidando las atenciones hacia Al Mendro, y éste se entristecía marchitándose poco a poco.
Un día Rosa pensó en lo solitaria que había sido su vida hasta entonces y decidió compartirla con Tom Atero, además, él podría ayudarla en su labor de jardinería ¿Quién mejor que un hombre que había crecido como una planta para ayudarme a cuidar de otras plantas?, pensó.
Entonces ocurrió algo inesperado, Rosa Leda arrancó a Tom Atero para llevárselo a su lado, dejando a Al Mendro plantado.
De repente a Tom Atero comenzaron a salirle púas por doquier, pero aún así ella insistió. No hubo vuelta atrás, estaba decidida a soportar el dolor, un dolor que la acompañaría el resto de su vida.
Miró a Al Mendro desconsolada al darse cuenta del error cometido, y cuando sus lágrimas cayeron sobre él, este se convirtió en una bella flor a la que llamó Pensamiento ya que siempre lo tendría en su memoria y recordaría la  injusta elección que tomó.

domingo, 22 de julio de 2012

Enseñanza de hábitos


¿Es posible enseñar a comer a los niños como si fuera un juego? Este video nos demuestra en qué nos equivocamos los padres a la hora de enseñar buenos hábitos a los niños en la mesa y nos señala algunos trucos que pueden resultar muy útiles para que nuestros hijos valoren la comida y se comporten adecuadamente en la mesa.

jueves, 24 de mayo de 2012

Los padres y la escuela en la educación de los hijos


Escultores de vida.....


Todos somos escultores de personas. Primero son las familias, después maestros y maestras, siempre acompañados de la sociedad. Es muy importante saber lo que hacemos y, aunque no consigamos siempre lo que queremos, no debemos tirar la toalla. Hay que seguir adelante y no esperar algo sino dejar que poco a poco vaya formándose gracias a nuestras aportaciones. 



Animaciones infantiles



Cuentos cortitos.

Había una vez un ogro gruñón que por las mañanas rugía un montón. Un día, muy temprano, el ogro despertó y no recordaba cómo ser gruñón. El ogro gruñón ahora es bonachón y, entonces, el cuento por fin se acabó.



 

Un duende perdió el sombrero y no lo pudo encontrar, se sentó en una seta y se puso a cavilar. Necesitaba su sombrero para cubrirse del sol y, como esta muy triste, lloraba, lloró y lloró. Tanto lloraba y lloró que un gran río se formó ¿Y sabes lo que pasó? Que, navegando en las aguas, su sombrero apareció. 



En un charco había una mosca y con la mosca un mosquito, si no te has enterado, te lo cuento despacito.
En un charco había una mosca y con la mosca un mosquito, si no te has enterado, te lo cuento más bajito.
En un charco había una mosca y con la mosca un mosquito, si no te has enterado, te lo cuento rapidito.